
Hacia octubre de 1977, las Madres decidieron aprovechar una multitudinaria procesión católica a la Basílica de Luján para hacerse notar y visibilizar su demanda de los hijos secuestrados. Pero, ¿cómo reconocerse entre la multitud informe que asistiría a la concentración religiosa? Pensaron y evaluaron diversas estrategias, hasta que una dijo: "¿Y si nos ponemos en la cabeza un pañal de nuestros hijos?". Pura creación colectiva. Eran tiempos de los pañales de tela, blancos, que todas las Madres conservaban entre los recuerdos de aquellos hijos que fueron bebés y que ahora ya eran hombres y mujeres maduros, jóvenes pero adultos, bellos de sueños y esperanzas, comprometidos con su pueblo. Así nació el emblema que aún hoy identifica a las Madres de Plaza de Mayo: el pañuelo blanco, insignia de libertad reconocida y respetada en el mundo entero.

Habían aprendido las primeras lecciones que debe tener un grupo o movimiento que se propone enfrentar una injusticia, en su caso la más terrible de todas: el tamaño y la crudeza de la realidad que debían desafiar, pero al mismo tiempo la capacidad de transformarla si le oponían a la dictadura una respuesta colectiva, común, que les hacía infinitamente más fuertes y potentes en sus reclamos.
El enemigo, entonces, empezó a tomar dimensión de los peligros que la protesta colectiva en la Plaza podía ocasionarles. Ese movimiento aún incipiente, de tanto "circular" en la Plaza y gritar ante quien pasaba por allí, se volvió incómodo. Los militares sabían que aquellas "viejas locas" no lo eran tanto".
fragmento extraído de la revista "Sueños compartidos" de la Fundación Madres de Plaza de Mayo del mes de agosto del 2009.

trailer del documental MADRES de Eduardo Walger, con música de Las Pelotas:
http://www.youtube.com/watch?v=FitxnOCu82o

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